Sus cualidades literarias y especulativas son en verdad excepcionalmente brillantes; resultan espléndidos en léxico, elaborados en su argumentación, convincentes a la par que reverentes, perspicaces a la par que audaces en la crítica. Pero poseen también los más obvios defectos: son incuestionablemente los libros de un anciano que había pensado tanto como hablado y escrito a menudo sobre los temas acerca de los cuales diserta, pero que finalmente había organizado sus materiales a toda prisa en un momento en que su mente había perdido, si no su vigor dialéctico, sí en cambio su frescura y su sentido de la proporción.